miércoles, 14 de abril de 2021

Luz Machado en el Salón de relegados (XII)

 

Luz Machado / Revista El Farol


Salón de relegados (XII): Luz Machado

Espacio concebido por Federico Pacanins para ofrecer una selección de textos de autores venezolanos poco editados en antologías y que bien merecen ser releídos


By Papel Literario -July 31, 2020



Luz Machado (Ciudad Bolívar, 1916 – Caracas, 1999). Poeta, ensayista y diplomática. Premio Nacional de Literatura en 1987; dirigente del Movimiento Feminista Venezolano, fundadora de la Asociación Venezolana de Escritores y del Círculo de Escritores de Venezuela. Sus trabajos periodísticos fueron publicados en El Nacional y en  revistas como Contrapunto, Élite, Shell, Revista Nacional de Cultura e Imagen.


Más de veinte libros de poemas dan cuenta de la palabra aparentemente sencilla, cotidiana, aunque de sabia contundencia femenina; jamás débil o desvalida. Hemos elegido uno de sus últimos libros, A sol y a sombra (Ediciones de la Contraloría  General de la República. Colección Medio Siglo. Serie A letra viva. Caracas, 1997) para ofrecer nueve poemas fechados y  preludiados por un epígrafe, seleccionado por la poeta, de San Agustín de Hipona:


“En la narración verídica de las cosas pasadas, lo que se extrae de la memoria no son las cosas mismas que pasaron, sino  las palabras que sus imágenes hicieron concebir, las cuales, pasando a través de nuestros sentidos, quedaron en nuestro espíritu marcadas como huellas” (Libro XL. La palabra creadora).


Fuera del conocimiento (23-3-1977)


De pronto quiero


no conocer nada más.


Imaginar solamente.


Por cada palabra oída o al aire


suelta por otro,


tomar la punta del sonido


y por ahí viajar por la imaginación.


Volver a conocer otros mundos


cuyas relaciones


emergen de mí,


del sitio de mi cabeza,


que es donde los siglos han fijado


La rectoría del hombre.


Imaginar.


Así nació también,


así han nacido tantos mundos.


Y la poesía.


Y este primer apunte para un texto


fuera del conocimiento.


Los viejos templos (11-6-1974)


Se alzan solos


como periódicos de piedra


de un solo día, hace tiempo.


La intemperie, con cinceles ávidos


labra y labra


sus claustros


por donde el hombre pasa


su brizna palpitante y sonora,


indefensa.


En vez de volvernos polvo


deberíamos convertirnos en piedra


para seguir presentes y acompañando


como esos templos


a todos lo que quieran estar juntos


con nosotros,


aunque sea sin sentidos, sin sentirnos,


mas, presentes,


fuertes contra los cataclismos,


dioses por ya haber pasado


este fuego terrible de la vida,


su gran selva donde la palabra


aparece,


desaparece,


juega con la inmortalidad


por cuanto representa.


Acordes (19-9-1975)


Que el viento mueva las ramas del árbol


para poder ver, debajo,


que se mueve.


Que las mueva y no las rompa.


 


Parece un banco de parque


para el amor de los pájaros.


No estaba antes ahí.


Y lo he visto sin buscarlo


cuando miraba la lluvia


cayendo.


 


Pero está solo.


No hay nadie sentado, esperando,


dormido.


Bajo el árbol y las ramas


alguien seguramente pensó en el amor


y lo trajo.


 


Las toma el recuerdo ahora.


 


Un banco que trajo alguien.


Un árbol, en esta plaza.


La lluvia, los pájaros, el sol.


Indudablemente,


es la vida lo que miro.


Tiempo (26-5-1989)


Me gustan los almanaques,


los relojes


y paso y me miro frente a los espejos


porque creo


que no debemos olvidar el tiempo.


Babel  (17-3-1976)


Ninguno habla como yo


—me dice el olvido


desde su pompa vacía


de colores, sonidos, imágenes—.


Ninguno me habla.


Y si me hablaran,


el gesto de sus cabezas


parecería decir a los demás:


“ella no es nadie,


pueden acercarse


hablar, oír,


que no hace daño,


y ya no es nadie”.


Y así pasan los días.


Y la soledad es la única


habitante de este largo olvido.


Apunte (17-7-83)


Es bondad del tiempo


saber que alguien está vivo


y recordándonos,


aunque todo lo demás sea


un gigantesco muro invisible


separándonos.


Marina (26-7-1976)


No solamente el río que fluye


deja de ser, siendo,


sino la ola del mar sobre la arena


yendo


y viniendo.


Es condición del agua


ser


negándose.


Cuidados (17-5-1984)


Cierro la puerta, la reja,


con dos vueltas de llave


cada una.


Con dos vueltas


que recorren el metal durante el día,


breve chispa fría de acero


al este y oeste de mi mano


En la clausura.


El sol afuera,


aún permanece.


Pero ya no se ve el horizonte.


 


Esta ciudad no tiene horizonte.


Cerros y cerros y edificios


como árboles fantasmagóricos


fantasmas de la piedra


levantada


bajo esa luz solar


liviana y cruda,


áspera y simple


de la aurora a la noche,


que una no sabe cómo no queda su línea


marcada en la curva de las horas.


 


Ya he cerrado la puerta.


Se acabó el día.


Pienso en el Río.


Enciendo las luces


mientras ciertas rosas de penumbra


colorida,


florecen en los rincones,


esponjadas.


Figura (12-7-1979)


Como no viene nadie,


dejo abierta la ventana


para que entre el aroma


de los lirios del patio vecino.


Tomado de El Nacional


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